¿A cuántos os ha pasado alguna vez el haber estado esperando una redacción corregida y haber encontrado únicamente un papel lleno de tachones (en bolígrafo «rojo sangre», a ser posible), tal vez con un criterio cuantitativo en su evaluación, y ningún feedback en él?
No hay que ser un hacha para darse cuenta de que el primer error al plantearse una estrategia para enseñar un idioma es un recorrido lineal y unidireccional del contenido. Es absurdo. ¿Acaso cuando estamos contando una anécdota (en pasado) no podemos recurrir al presente para expresar un sentimiento o para describir alguno de los elementos de la historia (o cualquier otra cosa)?
The other day I was heading for the bakery when, suddenly, I saw my neighbour pointing at me and saying something to her husband. Do you know who I mean? That woman who is sitting everyday at the supermarket’s door with her friends, gossiping about everyone. I can’t stand this situation. Someday […]
En este tipo de aprendizaje, como en muchos otros, el conocimiento es acumulativo. Por esta razón, obviamente no vamos a volver a explicar los contenidos cada vez que a alguien se le olviden, pero sí deberíamos llevar a cabo una estrategia preventiva: se deberían elaborar actividades comunicativas lo más cercanas posible al lenguaje real, en las que los alumnos pudieran disparar con su mejor artillería, y en donde generaran un producto variado con el lenguaje más fresco y de calidad de su despensa.
A mí me gustaría diferenciar entre dos tipos de feedback:
Como bien dije en el post anterior, toda persona que quiera aprender un idioma va a necesitar un motivo por el que comunicarse, de lo contrario sólo va a generar oraciones inconexas y sin ningún tipo de significación para sí misma. Ahora bien, no seamos simplones: parece que cuando se habla de comunicación, sólo se hace referencia a las habilidades orales, y no es así. No sólo interactuamos con una persona viéndola y escuchándola; también interactuamos por el canal escrito, ¿o no? Cartas, panfletos, carteles publicitarios, periódicos, revistas, etc. todos ellos tienen como finalidad trasmitir un mensaje, y recibir una respuesta, ya sea verbal o no verbal. Dependiendo del ámbito de uso de cada tipo de mensaje, deberemos usar un registro y unas convenciones distintas.
Y sé que no estoy diciendo nada que no se sepa ya. Lo que ocurre, es que da la sensación que hay unos parámetros que seguir a la hora de escribir una redacción y que únicamente son enseñados inductivamente, es decir, a partir de un modelo. Yo creo que, ya que en tantísimas aulas se da el tedioso aprendizaje de la gramática deductiva (en el que solía apoyarme, pero ahora intento evitar), los profesores podrían aprovechar ese tipo de lecciones para inmediatamente poner en uso (ya sea escribiendo o hablando) lo aprendido, y no esperar al final de la unidad del libro de texto (la sección de writing). Yo procuro combinar los dos métodos (inductivo y deductivo), porque creo que ambos son útiles, y sobretodo, que no son excluyentes entre sí.
Y además de esto, lo que he mencionado anteriormente: dar sentido al aprendizaje de idiomas mediante una retroalimentación constante: un feedback de contenido, en el que sea la propia situación comunicativa la que demande todo el lenguaje a nuestro abasto.
El otro tipo de feedback, y puede que el más importante, es el alumno(s)-profesor, profesor-alumno(s), alumno(s)-alumno. Menudo lío, ¿verdad? Lo desmenuzaré, a ver si así queda más claro:
- Feedback profesor-alumno(s): se podría decir que éste es el clásico. Es el que se da a partir de la actuación (producción lingüística) del alumno. El profesor la valora y emite un juicio, ya sea positivo o negativo. En virtud de éste, el alumno debe tomar las medidas oportunas para el correcto aprendizaje del idioma.
- Feedback alumno(s)-profesor: consistiría en que el profesor valorase la actuación de sus alumnos y se nutriese de ellas, con las consiguientes medidas a tomar, o bien seguir en la línea, o bien cambiar el rumbo de las clases. Entre los profesores «de la antigua escuela», éste suele ser el menos común. Todavía existen muchos profesores que sienten que en ellos está el poder, que ellos son la fuente de sabiduría de la cual sus alumnos deben beber. Pero yo, y muchos otros como yo, tenemos una gran vocación e ideas frescas y renovadoras, que ya empiezan a hacer presión en nuestros pechos. Tenemos un concepto lógico y equitativo de lo que es la enseñanza y el rol profesor-alumno; y también somos conscientes de que un profesor necesita nutrirse del reflejo que en sus alumnos se proyecta de su dura labor.
- Feedback alumnos(s)-alumno: nada y más y nada menos que el, tan en auge, «trabajo cooperativo». Este sistema de trabajo tiene muchas cosas que aportar al proceso de aprendizaje (de cualquier materia). Los alumnos colaboran entre ellos (en grupos o parejas) y, de esta manera desarrollan la autonomía, porque no van a estar sometidos a la observación ni el juicio constante de su profesor; la empatía, la solidaridad y el compañerismo, porque se dan cuenta de que sus mismos errores son cometidos por muchos de sus compañeros y viceversa, con lo que se sentirán bien si ayudan a sus compañeros con lo que ellos lleven mejor, y al mismo tiempo van a aprender; confianza en sí mismos, al percibir que todos en la clase están al mismo nivel.
Si se analiza bien toda esta información, nos damos cuenta de que la dirección que toma el proceso de aprendizaje nuevamente toma forma de bucle o ciclo, formado por tres grandes sectores que serían:
- El INPUT del profesor, es decir, la que los alumnos recibirán si es el adecuado.
- El OUTPUT del alumno, o sea, su producción lingüística.
- Después de una debida reflexión de ambas partes, las debidas medidas (cambiar, o no cambiar).
Este ciclo que se podría dar sin descanso alrededor de un solo asunto, pero que con la experiencia vamos a saber encaminar y optimizar, es NUESTRO GRAN ALIADO, EL FEEDBACK.
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